miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Por qué Steve Jobs no dejaba que sus hijos tocaran el iPad?


Un artículo publicado en 'The New York Times' ha revelado que el fundador de Apple, Steve Jobs, y otros directivos de compañías tecnológicas limitan a sus hijos el uso de dispositivos electrónicos o se lo prohíben completamente.


De acuerdo con el periódico, en una de sus entrevistas Jobs afirmó que sus hijos no utilizaban una de sus creaciones más populares, el iPad. "En casa limitamos la cantidad de tecnología que usan nuestros hijos", señaló el fundador del gigante de la informática.   

El artículo señala que el significativo número de directores ejecutivos de empresas tecnológicas que, igual que Jobs, viven según unas normas completamente contrarias a las que prescriben para la población estadounidense sugiere que la elite multimillonaria parece saber algo que el resto de la sociedad desconoce. 

Así, el director ejecutivo de la empresa 3D Robotics y fabricante de aviones no tripulados, Chris Anderson, quien también controla totalmente el acceso de sus hijos a cualquier 'gadget', explica que educa de esta forma a sus hijos después de haber experimentado "de primera mano los peligros de la tecnología". "Lo he visto en mi persona, no quiero que a mis hijos les pase lo mismo", confesó el informático.  

Los peligros a los que se refiere Anderson son el acceso que ofrecen los teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras a contenidos nocivos como pornografía, el acoso por parte de otros niños y lo que consideran lo peor de todo, la adicción al dispositivo.    

El fundador de Twitter, Blogger y Medium, Evan Williams, y su esposa, Sara Williams, por ejemplo, aseguran que en lugar de iPads sus dos hijos pequeños tienen cientos de libros que pueden leer en cualquier momento.  

Según han aprobado varios estudios médicos, los monitores de los dispositivos electrónicos también pueden inducir a un aumento de los trastornos oculares, así como falta de sueño entre los niños dependientes de los dispositivos. Por su parte, los investigadores opinan que las frecuencias del Internet inalámbrico que utilizan muchos dispositivos como el iPad y otras tabletas pueden suponer riesgos potenciales para la salud e incluso provocar cáncer.

Fuente:  RT


domingo, 4 de mayo de 2014

¿Cómo elegir lo que miramos en la pantalla?


Por: Daniel Reynaud


La mayoría de los entretenimientos se caracterizan por la violencia, el sexo, un estilo de vida destructivo y el materialismo rampante Algunos adventistas responden al problema eliminando por completo la televisión, los vídeos y los filmes por considerarlos una fuente de corrupción.

Sin embargo, el aislarnos de los medios y de su valor potencial pareciera ser una actitud no realista. Sin una comprensión acabada de este tema, nuestro mensaje podría tornarse aislacionista e irrelevante y podríamos correr el riesgo de desconectarnos de la misma sociedad que debemos aceptar. Por supuesto, una aceptación irrestricta y complaciente de la oferta televisiva y cinematográfica definidamente no favorece al cristiano. ¿Sobre qué base, entonces, podemos elegir qué ver y qué no ver?

Los medios y los valores

En primer lugar, debemos entender cómo funcionan los medios. Demasiado a menudo, juzgamos los medios sobre la base de sus mitos populares, sin examinar realmente esosmitos. Resulta irónico que muchos de esos mitos son de hecho promovidos por los medios mismos, ya que sirven a su interés.

La preocupación primordial de los medios no es estética o moral. Aunque algunos productores tienen una agenda social o moral que apoyar como, por ejemplo, la tolerancia a la homosexualidad o una mayor aceptación de los enfermos de SIDA, en términos generales, los medios no presentan conscientemente un punto de vista. La razón de sus posturas sociales y morales generalmente uniformes se debe más que nada a las presiones comerciales en las que se desempeñan que a la conspiración de productores malignos.

A veces sentimos como audiencia que somos manipulados por productores que nos imponen sus opiniones. Sin embargo, si habláramos con ellos, veríamos que a menudo ellos sienten que dependen de audiencias volubles, cuyos gustos y deseos intentan constantemente entender y satisfacer. La historia de los medios está llena de ejemplos de filmes, programas televisivos y álbumes musicales cuyas ventas resultaron ser un fracaso. Estaban dotados de talento popular y una producción técnica de alta calidad pero, por alguna razón misteriosa, no lograron entusiasmar a sus audiencias. Como la producción de programas generalmente es muy costosa, los productores están continuamente buscando la fórmula mágica que les garantice un rédito a sus grandes inversiones. De allí la tendencia de crear una segunda parte de filmes exitosos. Sin embargo, los productores todavía no han podido descubrir qué es lo que hace que una producción resulte en un éxito o un fracaso.

Ahora que sabemos que los medios no se interesan primordialmente en transmitir valores, necesitamos establecer de qué tratan. Antes que nada, los filmes y la televisión son un negocio. Como negocio, su objetivo principal es ganar dinero, lo que logran de acuerdo con el número de espectadores; por lo tanto, intentan agradar al más amplio espectro posible de público. En la televisión, la recaudación más grande se lleva a cabo por medio de la publicidad. Si bien las mediciones de audiencia son importantes, más significativas aún son las opiniones de los publicistas. Podríamos mencionar varios programas populares que fueron eliminados del aire porque los publicistas consideraron que esos programas no eran un medio adecuado para sus productos. La función principal de la televisión es entretener pero, para los productores, es vender la atención de la audiencia a los publicistas.




Los publicistas desean encontrar en la televisión un marco adecuado para mostrar sus productos. Generalmente, esto significa representar a gente de raza blanca de clase mediaalta con un nivel de consumo más elevado que el común. El presentar personajes populares cuyo estilo de vida es un poco superior al nuestro anima el consumismo, que es lo que desean los publicistas. El materialismo rampante de latelevisión, y hasta cierto punto su racismo (la raza blanca predomina) y sexismo (los hombres aparecen tres veces más entelevisión que las mujeres y generalmente tienen los puestos de poder) son en gran medida el resultado de la necesidad de crear programas que apoyen la publicidad.

El cine, por el contrario, no depende de las ganancias obtenidas por la publicidad, por lo que su sistema de valores puede variar. Sin embargo, existen dos factores que lo acercan a los valores sociales aceptados, a saber, la necesidad de apelar a audiencias numerosas y la colocación de un producto. Este último es una forma de publicidad disfrazada, donde una compañía paga por recibir una cobertura favorable y significativa de su producto. Si una marca es visible en un filme, alguien probablemente pagó por ello. Esto sucede especialmente en el caso de las aerolíneas, los cigarrillos y el alcohol. De hecho, el cine tiende a enfatizar el consumismo egoísta y apoya las actitudes racistas y sexistas.

Para los cristianos, las cosas más notables en relación con la televisión y el cine suelen ser el sexo y la violencia, aunque a menudo dejamos de notar el craso materialismo tan arraigado en estos tipos de entretenimiento. La razón por la que ese materialismo no nos ofende es que tenemos los mismos valores. Y los medios logran influirnos especialmente cuando coinciden con nuestros valores, porque refuerzan lo que ya creíamos sin saberlo. Cuando los medios presentan algo objetable, solemos rechazar conscientemente esas ideas, minimizando su impacto.


Qué mirar

Ahora que conocemos el proceso que utilizan los medios para generar valores y hasta cierto punto la manera en que escapa a nuestra conciencia, podemos ocuparnos de nuestras elecciones. Inmediatamente surgen dos aspectos: ¿Qué mirar? ¿Cómo mirar? Nuestra elección debe estar complementada por una actitud y un proceso particulares si es que queremos mantener un sano enfoque cristiano de los medios. Creo que el “cómo” pone a nuestra disposición una gama de medios a una interacción cristiana positiva, sin la cual existen pocos medios recomendables para el cristiano. El “qué” es a la vez simple e imposible de responder. A menudo la gente quiere una lista de filmes aceptables. Eso se parecería demasiado a lo opuesto del “Index” (la lista de libros prohibidos por la Iglesia Católica durante y después de la Reforma). Sin embargo, los filmes apropiados pueden definirse de manera cualitativa y no cuantitativa. En otras palabras, pueden ser aceptables para una persona dentro de un contexto pero inaceptables en diferentes circunstancias. Es evidente que las diversas personalidades responden de manera diferente a filmes y programas particulares, como sucede con creaciones estéticas como la pintura, la música o cualquier otra. Deben tenerse en cuenta las diferencias de gusto como parte de la diversidad humana creada por Dios. Entonces, ¿cómo elegir un filme o un programa?

Yo preguntaría: ¿Refleja el mundo o parte de él? ¿Nos hace más sensibles al sufrimiento y al gozo, el dolor y el asombro? ¿Me pone en contacto con las emociones de otro? ¿Existe un mérito estético en su formación, calidad en sus procesos creativos, tal como la utilización del lenguaje o la yuxtaposición de imágenes? Cada una de estas características hace que un filme o programa sea pasible de alcanzar una reacción cristiana positiva.

La primera pregunta (¿Refleja el mundo?) nos pide que consideremos de qué maneras los medios nos permiten captar la condición humana. Debo enfatizar que la condición humana presentada no necesita ser positiva, dulce y alegre. Demasiado a menudo, los cristianos presuponen que las representaciones del mal son inapropiadas. Ha existido la tendencia de adoptar una visión tipo Disney del mundo, tanto literal como metafóricamente, lo cual no creo que sea correcto. Dios no tiene una visión falsamente romántica del mundo. La Biblia está llena de turbadoras imágenes del mal y allí está el secreto. Cuando la Biblia presenta el mal, lo muestra en todo su contexto, a menudo con ganancias a corto plazo, pero siempre con dolor a largo plazo. Los cristianos deberían rechazar los medios que ignoran la realidad del mal y sus consecuencias. Muchos programas son demasiado melosos, y muchos más, por elcontrario, intentan cubrir el mal con un velo de romanticismo y “glamour” al mostrar que la mala conducta no tiene consecuencias negativas. Por lo general, los héroes se valen de la violencia para lograr sus fines o tienen múltiples relaciones sexuales sin sufrir el bagaje emocional que esa conducta acarrea.

Un programa que refleja el mundo, o al menos parte de él, nos debería poner en contacto con las experiencias de personas reales. La comprensión de la verdadera naturaleza del mal y del bien es valiosa para el cristiano. Nos hace más sensibles a las necesidades de los demás y a la naturaleza del conflicto espiritual en este planeta. Para ello, un filme no necesita ser realista. Algo parecido sucede con las parábolas de la Biblia que, sin ser literales, enseñan una verdad real.

La pregunta en relación con la estética es a menudo ignorada por los cristianos. Somos responsables de desarrollar la apreciación estética, porque es un don de Dios y un reflejo de su propio sentido de belleza. Por lo tanto, debemos considerar lo estético de un filme además de su dimensión ética.

Cómo mirar




Para comenzar a responder este importante interrogante, permíteme sugerirte algunas cosas. Recuerda que los medios giran en torno a valores comerciales. El saberlo nos hace más sensibles a su influencia y actúa como un freno a su efecto. De hecho, siempre deberíamos reflexionar en el sistema subyacente de valores de un filme determinado. A menudo, un filme posee tanto valores superficiales como subyacentes, que pueden oponerse entre sí. Por ejemplo, el filme reciente


El diario de Bridget Jones posee valores que a primera vista parecen apoyar actitudes libertinas, aunque sus valores subyacentes tienen que ver con la integridad y la identidad humanas. Con la actitud correcta, el filme puede sensibilizarnos acerca de las situaciones que enfrenta la gente secular de nuestros días. En forma superficial, puede ser visto simplemente como un entretenimiento o como una experiencia negativa. El ser conscientes de los valores de un producto puede ayudarnos a reaccionar de manera apropiada. También es de ayuda conocer los procesos de producción de un filme o un programa. Por ejemplo, el conocer las técnicas básicas de filmación puede ser una manera poderosa de entender qué métodos de persuasión utilizan los medios. Los ángulos de filmación, la iluminación, la edición y el sonido nos ayudan a reaccionar ante los personajes representados. Cuanto más conozcamos los procesos, podremos determinar mejor nuestra reacción.


He presentado este tema en el nivel universitario durante más de diez años, y la respuesta más común que he recibido es que los conocimientos de las técnicas de filmación producen en los alumnos un desprecio saludable por toda la basura que solían mirar, ya que discriminan mejor, tanto en sus elecciones como en sus reacciones. En otras palabras, sus conocimientos trasladan el centro del filme al espectador.


Existen otras formas de educar al espectador. Por ejemplo, la mayoría de los filmes y programas son reseñados por la prensa. Naturalmente, esto no necesariamente se hace desde una perspectiva cristiana. Los reseñadores tampoco actúan siempre con justicia. A menudo poseen una actitud elitista hacia el cine popular. Sin embargo, las reseñas opinan acerca de la oferta actual y son una fuente de conocimiento que capacita al espectador. Otra forma válida de mirar filmes desde una perspectiva cristiana positiva es discutirlos luego de verlos, analizando particularmente su sistema de valores. Esta práctica nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad de comprensión, y el escuchar las posturas de los demás puede ampliar la nuestra, sensibilizándonos en aspectos que pudimos haber pasado por alto.


Conclusión


Permíteme concluir refiriéndome brevemente a dos filmes recientes relativamente populares: Shrek y Pearl Harbor. Tal vez no nos pongamos de acuerdo, pero al menos habremos considerado el valor de los filmes.


Mi reacción a Pearl Harbor fue muy negativa. Este filme, dirigido por expertos que se valieron de una técnica excelente, mostró claramente los horrores de la guerra, pero en mi opinión estas virtudes se velaban por debilidades importantes. El libreto está mal escrito y el argumento, sobrecargado de clichés. El tratamiento de los personajes y los temas son superficiales y fueron impulsados mayormente por la necesidad de resolver un triángulo amoroso. En muchos aspectos, me hizo recordar a Titanic, otro filme cuyas maravillas técnicas ocultó fallas similares. Lo que los desmejoró aún más fue la ilusión de mostrar algo histórico y real. Técnicamente, tenían muchos aspectos de realidad (por ejemplo, los barcos y los aviones parecían reales). Sin embargo, ambos usaron esto para vender un sistema de valores sentimental y superficial.


Por el contrario, Shrek es un ejemplo de un filme irreal que se ocupa de temas reales. Sus imágenes están generadas por una computadora, y todo el relato es una sátira de cualquier cuento de hadas que hayamos oído. Sin embargo, trata acerca de las relaciones humanas de una manera que refleja las complejidades de la vida real. Los personajes poseen valores en pugna que buscan la primacía y deben escoger. Al final, los personajes principales optan por relaciones basadas en la confianza y el perdón antes que las basadas en ganancias personales o las apariencias. El punto culminante del filme, cuando la princesa se transforma en una horrible criatura, similar a Shrek, enfatiza que los valores verdaderamente humanos no pueden estar basados en la mera apariencia. A pesar de un ocasional vocabulario inapropiado, el filme es pasible de una reacción positiva desde una perspectiva cristiana.


Daniel Reynaud (Ph.D., University of New Castle) es profesor titular en la Faculty of Arts, Avondale College, Cooranbong, Australia, y el autor de Media Values: Christian Perspectives on the Mass Media (Cooranbong: Avondale Academic Press, 1999).



Fuente: Dialogo Universitario 

martes, 1 de abril de 2014

Aprendiendo a perdonar


Cuando el rabino Michael Weisser y su esposa Julie se mudaron a Lincoln, Nebraska, huyendo de la persecución antisemítica que habían padecido en el este de los Estados Unidos, no podían imaginar lo que les esperaba: esta capital era la sede del Gran Dragón del Ku Klux Klan, una organización cuyo propósito es exaltar a la raza blanca a expensas de las demás razas, entre ellas la judía.1
Los Weisser empezaron a recibir literatura racista y llamadas telefónicas obscenas. Y ante cada amenaza, iban poniéndoles cada vez más candados a las puertas y vigilando las entradas y salidas de sus hijos.
Hasta que un día se cansaron de vivir prisioneros en su propio hogar. Se propusieron ganarse al enemigo con el amor. El rabino empezó a dejar mensajes de paz en la máquina contestadora del teléfono del Gran Dragón.
Y, ¿quién era este Gran Dragón, este rey del odio? Un pobre desgraciado, llamado Larry Trapp, al que le habían amputado ambas piernas hasta la rodilla por causa de la diabetes, y que vivía confinado en una silla de ruedas. Un hombre abandonado de niño por su padre y que tras dos matrimonios fracasados vivía solo.
El rabino se pasó todo un año dejando aquellos mensajes bondadosos, hasta que un día, el amor perdonador del rabino y su familia logró derribar la muralla de odio que había construido Larry Trapp en su entorno. Cuando Larry Trapp estaba en su lecho de muerte, los Weisser lo recibieron en su hogar y lo atendieron hasta que murió. ¡Otro milagro del amor y del perdón!
Durante los últimos años ha habido un gran interés en el poder restaurador del perdón. Por ejemplo, el poder del perdón para abrirle el paso al amor y a la sanidad emocional y aun física, se viene estudiando por la comunidad científica desde finales de la década de 1980. Existe en la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, el Instituto Internacional del Perdón, fundado en 1994. Los cerebros más privilegiados se dedican a dilucidar los misterios de un acto capaz de reconciliar a enemigos de por vida, librar del odio a un corazón lacerado por el abuso, y aun sanar una enfermedad física.
En Sudáfrica, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, bajo el liderazgo del arzobispo Desmond Tutu y respaldada por el gobierno de Nelson Mandela, logró evitar años de represalias entre blancos y negros mediante un proceso de confesión y amnistía. Y el interés por perdonar no se limita a las naciones cristianas. En el Japón, hace unos años, el primer ministro pidió disculpas al pueblo coreano por las masacres de años pasados.
¿De dónde nace el poder sanador del perdón? El poder del perdón proviene de un Dios perdonador. Cuando la primera pareja cayó en pecado y ofendió a su Creador, Dios tomó la iniciativa para subsanar la relación quebrantada. En un acto de amor y de gracia infinitos, se ofreció a sí mismo mediante su Hijo, Jesucristo, para pagar el precio de la ley transgredida. Esa ley, la ley de la vida, debía repararse con la vida de alguien, y ese alguien fue el inocente Cordero de Dios, Cristo. Este acto perdonador había de servir por siempre a los seres humanos como ejemplo de la actuación del perdón en la vida de todo creyente. Así como el perdón de Dios construyó un puente entre el cielo y la tierra, el perdón que yo le ofrezco a quien me haya injuriado llega a ser el puente a través del cual volverán a pasar los actos de bondad y de amor entre mi prójimo y yo.
El perdón está al centro de la religión cristiana, pero el perdón es la virtud cristiana más difícil de practicar, precisamente por su capacidad de hermanarnos con lo divino. Podríamos definir el perdón como el ejercicio humano de una virtud divina. No deseamos perdonar a una persona que nos ha insultado, pero la invitación divina es perdonar, así como nosotros hemos sido y seguimos siendo perdonados por un Dios misericordioso.
¿Por qué deben perdonar los cristianos?
1. Porque servimos a un Dios perdonador: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Dios no esperó a que nosotros le pidiéramos perdón, sino que, en un acto de gracia, pagó el precio que nosotros, por ley, debíamos pagar. Y no nos perdonó solo una vez, sino que nos sigue perdonando gracias a la sangre derramada de Cristo Jesús. Dice el salmista: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados” (Salmo 103:10, 14).
2. Porque al aceptar a Cristo como nuestro único Señor y Salvador, somos transformados en nuevas criaturas: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) Ahora lo que nos dictan las tradiciones y la herencia cultural tiene que pasar por el cedazo de la nueva criatura hecha, no ya a la imagen de lo que impone la sociedad, sino a la imagen de Cristo, Dios con nosotros. La vivencia de Cristo en el cristiano es lo que dicta la forma en que tratará a la esposa, a los hijos, al compañero de trabajo o de la escuela. Y el Espíritu Santo, que reemplaza al espíritu humano vengativo y orgulloso, actúa en nosotros para sustentar la nueva creación en el camino del amor.
3. Porque al constituirnos en nuevas creaciones, Dios nos asigna el ministerio de la reconciliación: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Corintios 5:18). Este ministerio no se limita a traer a las almas perdidas a los pies de Jesús. Incluye arreglar cuentas con las personas a quienes hemos ofendido o que nos han ofendido a nosotros.

Principios bíblicos del perdón

¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón?
1. Dios es amor. En primer término, la Biblia nos dice que nuestro Dios no se cansa de perdonarnos. Cuando se manifestó a Moisés en el desierto, reveló su carácter de la siguiente manera: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éxodo 34:6, 7). El Dios del Antiguo Testamento es el mismo que se manifestó en el Nuevo Testamento mediante Jesús de Nazaret, un Dios de misericordia y compasión, y sus hijos han de reflejar ese carácter santo.
2. La confesión. La confesión es la antesala del perdón. Para que haya una confesión, debe haber un reconocimiento del mal cometido. Esto también se aplica a nuestras relaciones con los demás. Este principio se encuentra en el Salmo 32: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día... mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová, y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (vers. 1, 3, 5). También hemos de tener la valentía de confesar nuestras ofensas a quien hayamos ofendido. La oración modelo de nuestro Señor Jesucristo nos recuerda la relación que existe entre recibir el perdón de Dios y perdonar al prójimo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (S. Mateo 6:12).
3. No se perdona solo una vez. Dios no nos perdonó solo una vez, aún nos sigue perdonando. Por eso, debemos ser pacientes con los que nos ofenden: “Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento, perdónale” (S. Lucas 17:3, 4). Peter Ustinov ha dicho que el amor es un acto de perdón perpetuo. Si Dios tiene paciencia conmigo, yo he de tener paciencia con el prójimo.
Es necesario señalar la diferencia entre perdonar y reconciliarse. Siempre hay que perdonar, aunque no siempre pueda haber reconciliación. Por ejemplo, volver a vivir con el ofensor, en casos en que peligra la vida de la víctima. Tal vez no se pueda volver a la misma relación de antes, así como en el caso de Dios con el antiguo pueblo de Israel, pero siempre se puede perdonar, es decir, librar al ofensor de su deuda y respetar su deseo de no seguir en la relación. ¿Cómo puede ser esto? Porque el perdón libera a la víctima del odio y el resentimiento que tarde o temprano tendrán su efecto nefasto en la mente y en el cuerpo.
4. El perdón sana. Para Jesús, el perdón y la sanidad del ser humano eran lo mismo, tal como se revela en el caso del paralítico a quien Jesús dijo al sanarlo: “Tus pecados te son perdonados” (S. Mateo 9:1-7).
El Dr. Bernie Siegel, oncólogo y autor del libro Del amor, la medicina y los milagros2cuenta la historia de una paciente suya, desahuciada, a quien el cáncer había invadido casi todo el cuerpo. Ella se fue a una cabaña que tenía cerca de un lago en las montañas y allí, rodeada de aquella belleza natural, empezó a pensar en todas las personas que la habían ofendido: su ex esposo, su padre, una hija, etc. Eempezó a escribir los nombres de cada persona y cuando terminó, se puso de pie en frente del papel y declaró: “¡Los perdono a todos!”
De pronto sintió una fuerza que no había sentido en un año o más. Hasta la fecha apenas había podido caminar de la mesa hasta el refrigerador, pero según iban pasando los días tenía energía para salir a caminar, y cuando logró darle la vuelta completa al lago, llamó al Dr. Siegel para rogarle que le hiciera las pruebas para ver si todavía tenía el cáncer. Y cuando volvieron las pruebas, éstas revelaban que el cáncer había desaparecido por completo.
El aprendizaje del perdón es un desafío diario que, gracias a Dios, no tenemos que afrontar solos. Jesús les prometió a sus seguidores antes de volver al cielo: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (S. Mateo 28:20), una promesa que usted y yo podemos reclamar frente a los grandes y pequeños desafíos del diario vivir.
por Lourdes Morales-Gudmundsson
1 Katherine Watterson, Not by the Sword (Nueva York: Simon & Schuster, 1995).
2 Bernie Siegel, Love, Medicine, and Miracles (Nueva York: Harper, 1986).

viernes, 24 de enero de 2014

Los padres generan las bases para que los hijos tengan éxito en su vida!



¿En qué medida y de qué maneras influimos los padres para que nuestros hijos sean buenos estudiantes? 

Mag. Roberto Ledesma, director del Col. Alberto Schweitzer, responde:

Siempre y cuando hablemos de niños sin dificultades profundas de aprendizaje, pienso que los padres generan todas las bases, en casa, como para que los hijos tengan éxito en su vida ...
»» Lee la entrevista completa aquí -»»

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...